Lectura: Salmos 39:1-13

Cuando en nuestras vidas nos cruzamos con la cruda realidad de la muerte de un ser querido a una edad temprana, esto nos hace recapacitar sobre la vida, y cómo en ocasiones una vida puede terminar, a nuestro modo de ver las cosas de una manera anticipada (Santiago 4:14).

Y es que, al presentarse esta realidad, la vida podría parecernos como algo demasiado corta y llena de dolor.  En el Salmo 39, David como salmista se lamenta por el dolor que esta experimentando al decirnos: “Hazme saber, oh Señor, mi final, y cuál sea la medida de mis días. Sepa yo cuán pasajero soy. He aquí, has hecho que mis días sean breves; mi existencia es como nada delante de ti…” (vv.4-5). 

Sin lugar a dudas nuestro tiempo en este mundo es breve y aunque algunos alcancen los 100 años de edad o más, esta sigue siendo tan sólo una pequeña porción, si lo comparamos con la inmensidad del tiempo.

Pero entonces, ¿qué podemos hacer? ¿Deprimirnos al pensar en el tiempo que nos queda o hacer lo que hizo David?  Al continuar nuestra lectura, se nos dice lo siguiente: “oh Señor, ¿qué esperaré? Mi esperanza está en ti.” (v.7). 

Para los hijos e hijas de Dios la vida tendrá sentido si en realidad entendemos el plan de Dios para la humanidad y si vemos nuestro tiempo en este mundo como tan sólo una pequeña parte de la eternidad que nos espera al lado de nuestro Señor, tal como lo expresa el apóstol Pablo en el siguiente pasaje: “Por tanto, no desmayamos; más bien, aunque se va desgastando nuestro hombre exterior, el interior, sin embargo, se va renovando de día en día.” (2 Corintios 4:16 y siguientes hasta el 5:1).

  1. Aprovechemos al máximo cada uno de los segundos que el Señor nos permite pasar en esta tierra, son un regalo que debe agradecerse y compartirse con otros.
  2. Al entender nuestra temporalidad en este mundo, en comparación con la vida eterna que nos espera (Juan 3:16), podremos hacer frente con valentía a las batallas y experimentar la alegría de vivir aceptando la voluntad de Dios para nuestras vidas.

HG/MD

“Ahora, oh Señor, ¿qué esperaré? Mi esperanza está en ti” (Salmo 39:7).