Lectura: Hebreos 9:24-28

El influyente hombre de teatro Bernard B. Jacobs (1916–1996), dijo lo siguiente: “De todas las cosas en el mundo, aquello en lo que menos pienso es en lo que sucede después de la muerte.  Lo muerto, muerto está”.

¿Será que nuestra vida se reduce a los breves años que existimos en este mundo? ¿Nos extinguimos como la llama de una vela cuando llega a su fin? ¿El cierre de toda nuestra vida se da cuando nuestros pulmones, corazón y cerebro dejan de funcionar?

Esta es una creencia muy común en nuestros días, que más y más personas adoptan.  Sin embargo, la Biblia no dice eso.  El autor del libro de Hebreos declara lo siguiente: “Y de la manera que está establecido que los hombres mueran una sola vez, y después el juicio” (9:27).

Si hemos depositado nuestra fe en Jesús como Señor y Salvador de nuestras vidas, no tenemos por qué temer el momento de su encuentro, pues hemos pasado de ser sus enemigos a sus amigos (Juan 15:15; Efesios 2:1-10), y, además, confiamos en la promesa que encontramos en 2 Corintios 5:8: “ausentes del cuerpo, y estar presentes delante del Señor”.

Jesús quiso que sus discípulos, y por extensión nosotros, también supiéramos sobre la esperanza del creyente luego de esta vida: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá.  Y todo aquel que vive y cree en mí no morirá para siempre. ¿Crees esto?” (Juan 11:25-26).

  1. Al poner nuestra fe en Jesús, tenemos la esperanza de que existe un futuro a Su lado más allá de la muerte.
  2. La resurrección que Jesús anunció, sin lugar a dudas es la muerte de la muerte.  

HG/MD

“Jesús le dijo: Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí no morirá para siempre. ¿Crees esto?” (Juan 11:25-26).