Lectura: Apocalipsis 1:9-17

En uno de nuestros viajes familiares, tuvimos la increíble oportunidad de visitar las Cataratas de Iguazú, donde se puede apreciar uno de los saltos de agua más sorprendentes del mundo.  La gran cantidad de cascadas nos dejaron sin aliento, pero lo que más nos impresionó del lugar no fue ni el panorama ni el agua que salpicaba, sino el ruido.  Era más que ensordecedor; sentimos como si el propio sonido nos envolviera. Fue una experiencia asombrosa que nos hizo recordar lo pequeños que somos.

Teniendo eso en mente, no pude evitar pensar en el apóstol Juan, en Apocalipsis 1:15. Mientras estaba en la isla de Patmos, tuvo una visión de Jesús. El apóstol describió a Jesús en la gloria de su resurrección y detalló su vestimenta y sus cualidades físicas. Después, señaló que la voz de Cristo era como el “estruendo de muchas aguas” (v. 15).

No entendí las implicaciones de esas palabras hasta que visité Iguazú y quedé impresionado ante el ruido estruendoso de las cataratas. Cuando aquellas potentes aguas me recordaron lo pequeño que soy, comprendí mejor por qué el apóstol Juan cayó como muerto a los pies del Señor (v. 17).

  1. Quizás esta ilustración te ayude a captar la majestuosidad de la presencia de Jesús y te impulse a seguir el ejemplo de Juan al adorar a nuestro extraordinario Salvador.
  2. ¡Tenemos un gran Dios! Reconócelo y respétalo.

HG/MD

“Respondiendo Jesús, le dijo: Escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, Y a él solo servirás” (Lucas 4:8).