Lectura: Isaías 6:1-7

¿Has estado alguna vez en la presencia de la grandeza?  Tal vez has estrechado la mano de algún importante líder político.  Quizás has estado cerca de un deportista famoso.  O un escritor de mucho éxito te haya firmado un libro.

Estar cerca de ídolos de popularidad así podría casi quitarte el aliento.  Lo ha visto por televisión y has leído acerca de ellos en los periódicos, pero ahora ¡estás en su presencia!  Eso puede hacerte estremecer.

Sin embargo, la realidad es que no debería.  No es mi intención ofender a los políticos más poderosos, ni tener en poco a los deportistas del mundo, ni a los más prestigiosos escritores.  Pero todos ellos son gente común.  Es posible que hayan hecho algo grande, pero en el fondo, todo son personas como  tú y yo.  A los ojos de Dios son pecadores que necesitan la gracia del Único al que verdaderamente podemos llamar Grande: nuestro Dios todopoderoso.

Isaías lo expresó mejor cuando dijo: “¡Ay de mí, que estoy muerto!” (Is.6:5).  Había tenido una visión de Dios y estaba desolado por el contraste entre él y el Señor.  Isaías el profeta se sentía perdido, impuro, insuficiente e indigno  frente a la grandeza de nuestro Señor.

  1. Todos somos igualmente ordinarios, como cualquier otro. Pero podemos ser elevados a alturas increíbles por medio de la salvación que Dios provee.  Sólo un Dios extraordinario podía hacer eso por la gente común.
  2. Dios usa gente ordinaria para llevar a cabo Su extraordinario plan.

NPD/JDB