Lectura: Juan 4:27-36
¿Te has preguntado cómo guían las abejas a otras hacia sus fuentes de alimento que consisten en campos de flores llenos de néctar? Hace algunos años, científicos especialistas en apicultura detectaron que cuando regresaban, algunas abejas se quedaban en la entrada del panal y realizaban un frenético movimiento con sus cuerpos varias veces antes de entrar, a esto se le ha llamado la “danza del movimiento”.
Para descifrar qué significaban esos movimientos, científicos ingleses ubicaron diminutos dispositivos de radar en las abejas obreras. Ellos rastrearon a las abejas en sus vuelos y confirmaron que, al llegar al panal, las abejas que tenían esta conducta orientaban su cuerpo hacia la fuente del alimento, y usaban la intensidad de su danza del movimiento para comunicarle a sus compañeras la distancia a la que se encontraba el alimento.
La mujer que se encontró con el Señor en el pozo de Jacob, también encontró una forma muy efectiva de guiar al resto de su comunidad hacia la maravilla que había encontrado: el agua viva (Juan 4:10). Ellos fueron dirigidos al lugar donde estaba el dador de vida, para descubrir lo que había hallado aquella mujer con 5 exesposos y un hombre con el cual vivía en ese momento; ese que sin conocerla supo quién era: “¡Vengan! Vean a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿Será posible que este sea el Cristo?” (Juan 4:29).
Mientras sus vecinos iban curiosos en busca de Aquel que decía tener la verdad, Jesús aprovechaba para explicarle a sus discípulos, que por cierto estaban muy preocupados por su alimentación, que era aún más importante el alimento espiritual que cualquier otra cosa: “Mi comida es que yo haga la voluntad del que me envió y que acabe su obra (Juan 4:32, 34)”.
Con este principio Jesús no estaba diciendo que no fuera importante la comida física para nuestro cuerpo, sino que en ocasiones debemos escoger entre continuar con nuestra rutina, en este caso comer; o romper con lo normal y sacrificarse un poco por un bien mayor, en este caso compartir y guiar a otros al Evangelio, pasando un poco de hambre, pero cumpliendo con la tarea, tal como lo hacen las abejas que antes de entrar realizan su danza del movimiento.
- Jesús es el agua viva y el alimento espiritual que necesita tu alma. Sin Él no tendremos la fuerza, ni la inspiración para realizar el trabajo que nos ha encomendado, conocerle y compartir el Evangelio con otros que lo necesitan. (Juan 17:1-4).
- Tal como la abeja y aquella mujer en el foso, guía a otros a la fuente de vida: Jesús.
HG/MD
“Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo a quien tú has enviado” (Juan 17:3).