Lectura: 1 Corintios 11:23-26

Una familia muy unida se reunió en un restaurante con el fin de celebrar el cumpleaños 100 de la abuela.

Pero alguien faltaba en aquella celebración, era la abuela, ella llevaba unos 10 años de haber partido a la presencia de nuestro Señor.  No obstante, aquella familia estaba tan agradecida por la increíble influencia que ella había tenido en ellos, que tuvieron que reunirse para celebrar la vida de la abuela.  En la reunión además de comer recordaron su dulzura, consejos, su gran sentido del humor y sobre todo su testimonio de vida cristiana.

Cuando más de uno de nuestros cinco sentidos está involucrado en alguna experiencia, se refuerza nuestra memoria.  Es por esta razón que Jesús, sabiendo que somos propensos a olvidar, eligió un método que involucrara muchos de nuestros sentidos para ayudarnos a recordar su vida y sacrificio.  Él eligió una cena, un momento para comer y beber, con el objetivo de que no olvidáramos: “Hagan esto en memoria de mí” (1 Corintios 11:24).

Cuando participamos en la Cena del Señor, recordamos en ese mismo instante su amor y sacrificio por nosotros.  Al tomar y comer los elementos de la Cena del Señor, estamos realizando algo más profundo que un simple ritual, recordamos cómo aquella noche antes de su crucifixión, 13 personas estaban sentadas a lo largo de una mesa, comiendo pan y tomando vino; lo anterior se trataba de una representación de lo que iba a suceder, ya que tan solo unas pocas horas más tarde su sacrificio se haría realidad.

  1. Nuestro corazón se debe llenar de gratitud al celebrar la Cena del Señor y la vida que tenemos gracias a Él
  2. Recordar la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesús, nos debe dar la valentía para enfrentar los desafíos del día a día.

HG/MD

“Y habiendo dado gracias, lo partió y dijo: “Tomen, coman. Esto es mi cuerpo que por ustedes es partido. Hagan esto en memoria de mí”” (1 Corintios 11:24).