Lectura: Salmos 122
Es domingo por la mañana y el vecindario está muy activo, uno de los vecinos se nota apresurado pues juega su equipo favorito y desea ir al estadio a ver a sus estrellas favoritas, mientras otro está sentado leyendo el periódico. Un vecino nos llama y nos invita a pasar el día en un lugar de recreo. Algunos niños sacan sus bicicletas para conducir por el vecindario, cuyas calles lucen vacías porque la mayoría no trabaja, ni hay escuela. Mientras todo esto pasa hacemos los últimos preparativos para irnos a la iglesia.
¿Te ha sucedido esto en tu casa? Si esto te sucede, podrías sentir que nadas contra la apatía natural y las múltiples distracciones y actividades que nos separan de una relación más cercana con Dios. Es fácil ceder a este tipo de tentaciones y dejar de asistir a la iglesia, pero antes de hacerlo piensa en lo que te vas a perder:
- El gozo de reunirte con otras personas a quienes les encanta alabar al Señor por su grandeza (Salmos 122:1).
- La unidad y la inspiración que ocurren cuando los creyentes se unen (1 Cor.12:25).
- El cumplimiento del mandato que nos invita a reunirnos regularmente con otros que han creído y puesto su fe en el Señor (Heb.10:25-26).
- La edificación y el desafío que provienen de la Palabra del Señor que es enseñada (2 Tim.4:2).
No estamos diciendo que nunca puedes faltar a una reunión de tu iglesia local, el principio es que no deberíamos poner cualquier excusa para no reunirnos regularmente con otros creyentes, y en realidad nada puede reemplazar el estar unidos alabando a nuestro Señor y Salvador Jesús.
- Los creyentes son como trozos de carbón, juntos resplandecen, separados se enfrían.
- Así que, si hoy domingo aun no has asistido a tu iglesia local, piensa un poco, no solo se trata de socializar con otros, finalmente se trata de adorar a nuestro Dios.
HG/MD
“No dejemos de congregarnos, como algunos tienen por costumbre; más bien, exhortémonos, y con mayor razón cuando vemos que el día se acerca” Hebreos 10:25