Lectura: Filipenses 4:1-5

Una pareja de amigos se mudó recientemente a un nuevo vecindario, y habían pedido que antes del proceso de mudanza colocaran unas lindas flores primaverales de muchos colores en su jardín frontal.

El vecindario al que se habían mudado era muy agrícola, y tenían como costumbre que las personas pusieran frente a sus casas frutas o verduras que les había sobrado de sus cosechas, esto como un gesto para compartir entre vecinos.

Esa semana, el vecino de enfrente dejó unos tomates con un rótulo que decía: “Toma los que te hagan falta, y no olvides que la idea es compartir”, haciendo alusión a que debían ser moderados para que muchos vecinos pudieran aprovecharlos.  No obstante, el problema fue que unos niños del vecindario vieron los tomates primero que todos y empezaron una guerra de tomates, dejando un desastre y destruyendo en parte el jardín de flores.

Cuando mis amigos volvieron, vieron que los niños los miraban desde detrás de una cerca. Habían “regresado a la escena del crimen” para ver cómo reaccionaban ante semejante caos.  Mis amigos simplemente pudieron haberlo limpiado, pero para restaurar su relación con los niños, les pareció importante hablar con ellos para explicarles su error, y les pidieron que les ayudaran a limpiar el desastre y a replantar algunas flores que habían sobrevivido.

No hace falta decir que la vida puede volverse un caos debido a las luchas relacionales. Este fue el caso en la iglesia de Filipos. Dos creyentes fieles, Evodia y Síntique, estaban en total desacuerdo. El apóstol Pablo le escribió a la iglesia para exhortar a sus miembros a solucionar sus problemas (Filipenses 4:2); además, quería que otra persona se acercara a ellas con un espíritu bondadoso: “a ti también, fiel compañero, te pido que ayudes a estas hermanas que lucharon junto conmigo en el evangelio…” (v. 3).

  1. Todos tenemos el potencial de generar caos en nuestras vidas y las de los demás, así que pidamos al Señor que nos ayude a tratar amablemente a las personas y a disculparnos por nuestros errores.
  2. Es más sencillo buscar culpables que buscar soluciones, pidámosle a Dios que nos ayude a ser proactivos como conciliadores.

HG/MD

“Tengan un mismo sentir los unos por los otros, no siendo altivos sino acomodándose a los humildes. No sean sabios en su propia opinión” (Romanos 12:16).