Lectura: Gálatas 2:15-20
Parecía una mañana cualquiera de primavera, hasta que el sol salió sobre los tejados dorados de Jerusalén y, sin que la mayoría lo supiera la realidad cambió. Los agricultores de Galilea sintieron un calor extraño en sus campos. Los centuriones romanos que estaban de guardia durante ese amanecer describieron sentir la sensación de temblores bajo sus pies, lo cual desconcertó incluso a los soldados más curtidos.
Cuando la noticia de la tumba vacía finalmente se extendió por los mercados y las sinagogas, las conversaciones se congelaron y los corazones saltaron con convicción, el poder de la muerte se había deshecho. Todo: rutinas, estructuras de poder, miedos, esperanzas, se habían abierto a nuevas posibilidades. La creación misma había escuchado a su Rey declarar: “Consumado es” (Juan 19:30) y el mundo nunca volvería a ser el mismo.
La resurrección no es sólo un acontecimiento único, es la fuente de poder continuo para el caminar diario de cada creyente. Como declara Pablo: “Con Cristo he sido juntamente crucificado; y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en la carne, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios…” (Gálatas 2:20).
Este versículo nos dice que la misma vida que brotó de la tumba ahora late dentro de nosotros. Ya no somos esclavos de los patrones del pecado, podemos permanecer firmes en las pruebas, elegir la santidad por sobre el hábito y seguir adelante con esperanza incluso cuando las circunstancias nos desaniman: “Anhelo conocerlo a él y el poder de su resurrección, y participar en sus padecimientos, para ser semejante a él en su muerte” (Filipenses 3:10).
Pablo se aferra al corazón de la vida de resurrección, conociendo íntimamente a Cristo, experimentando su poder creciente y abrazando cualquier dificultad que se nos presente. Porque Él vive, podemos afrontar cada día con confianza: la tiranía del pecado se rompe, el miedo pierde su control y el servicio surge de la fortaleza en lugar de la obligación.
- La tumba vacía no sólo reescribió la historia; reescribe cada corazón que ha confiado en Él como su Salvador y Señor.
- Jesús está vivo, y a través de Él nosotros también estamos vivos; además, cada nueva mañana tenemos el emocionante privilegio de representarlo dondequiera que vayamos.
HG/MD
“Con Cristo he sido juntamente crucificado; y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en la carne, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios quien me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20).
Oración:
Señor Jesús, gracias por vencer a la muerte y traer vida nueva. Ayúdame a vivir cada día recordando que Tú vives en mí. Que mi vida refleje tu poder, tu amor y tu gracia. Que cada mañana sea una oportunidad para caminar contigo y ser luz donde haga falta. Amén.