Lectura: 2 Reyes 5:9-14

Durante la construcción del puente sobre el río East que comunica a Brooklyn y Manhattan, el ingeniero civil a cargo de la obra John Roebling (1806-1869), se vio afectado por un accidente en el pie, el cual le provocó una herida de consideración.

Durante su recuperación, Roebling actuó de forma irresponsable rechazando los cuidados médicos, indicando que él se haría cargo de su recuperación.  Luego de unos días empezó a mostrar las señales de una infección debido a la bacteria del Tétanos, y no mucho tiempo después, su cuerpo empezó a deteriorarse rápidamente, sufriendo fuertes dolores y afectaciones en su capacidad cerebral, lo que semanas más tarde terminó por quitarle la vida.

En la Biblia también encontramos a una persona que mostró su oposición de aceptar la ayuda que se le ofreció, hablamos de Naamán, quien era un gran guerrero de Siria que sufría de lepra.  Este hombre buscó al profeta Eliseo para que lo sanara, pero tenía sus propias ideas con respecto a cómo debía realizarse la sanidad.

Cuando Eliseo envió a su mensajero con las instrucciones a Naamán de sumergirse 7 veces en el río Jordán, él se enfureció.  Pero sus propios siervos le aconsejaron lo siguiente: “…si el profeta te hubiera mandado alguna cosa grande, ¿no la habrías hecho? Con mayor razón si él te dice: “Lávate y serás limpio”” (2 Reyes 5:13).  Así sucedió, al seguir estas simples instrucciones dadas por el profeta, Naamán fue limpio de su lepra.

  1. El Señor nos ha provisto de habilidades y dones con el fin de ayudarnos unos a otros (1 Corintios 12:7).  Pero cuando actuamos de forma “autosuficiente”, cerramos la puerta para recibir ayuda de los demás.
  2. El primer paso para recibir ayuda es ser humildes. Seamos humildes ante la mano que nos la ofrece.

HG/MD

“Pero a cada cual le es dada la manifestación del Espíritu para provecho mutuo” (1 Corintios 12:7).