Lectura: Santiago 1:12-20

En una ceremonia matrimonial, el padre de la novia leyó 1 Corintios 13:1-13 que habla de la verdadera forma de amar y del costo que esto implica.  Luego leyó un soneto de William Shakespeare que dice lo siguiente: “El amor no es amor que se altera cuando encuentra alteración”.  Lo que el poeta quería comunicar es que el verdadero amor no cambia con las circunstancias.

Luego, el ministro que estaba oficiando la boda hizo notar los muchos cambios que las parejas experimentan durante su vida juntos, incluyendo los tiempos felices, los tiempos problemáticos, las muchas anécdotas que generan con la convivencia y también los efectos inevitables de la edad.

Finalmente, los desafió a cultivar el verdadero amor bíblico que no flaquea ni se extingue a pesar de los años, que se altera seguramente pero que perdura en su esencia.

Al pensar en la alegría de las nuevas parejas de matrimonios, es imposible no pensar en lo que el escritor de Santiago nos comunica en las siguientes líneas: “Toda buena dádiva y todo don perfecto proviene de lo alto y desciende del Padre de las luces en quien no hay cambio ni sombra de variación” (Santiago 1:17).

Dios nunca cambia, y eso incluye el amor que tiene por nosotros sus hijos e hijas, somos receptores de su amor inmerecido con “amor eterno” (Jeremías 31:3).

  1. El amor de Dios sigue en pie aun cuando todo lo demás parece haber caído.
  2. Permitamos que el amor de Dios moldee nuestras vidas, que nos cambie y mejore para que también podamos compartir ese amor eterno con otros.

HG/MD

“El Señor me ha aparecido desde hace mucho tiempo, diciendo: “Con amor eterno te he amado; por tanto, te he prolongado mi misericordia.” (Jeremías 31:3).