Lectura: Lucas 10:29-37
Habría sido más fácil comprar un nuevo secador de cabello, pero, como me había propuesto ahorrar un poco, decidí arreglarlo yo mismo. Para aflojar el tornillo que estaba hundido en lo profundo del mango, saqué la herramienta de última generación según el «manual del reparador casero»: mi navaja de bolsillo. Cuando hice presión para girar el tornillo, la hoja de la navaja se dobló… y me cortó el dedo.
Ese día aprendí la lección: Yo me amo. Y de inmediato suplo mis necesidades. Ni se me ocurrió pensar: «Bueno, no tengo tiempo de parar la sangre ahora. Después lo hago». Además, hubo ternura en la manera de tratar la urgencia. Le indiqué a mi equipo de primeros auxilios (mi esposa e hijos) que me lavara suavemente el dedo y que luego colocara el vendaje de tal modo que, cuando me lo sacara, no me arrancara los pelitos del dedo. Mis pensamientos, palabras y acciones fueron dirigidos por mi amor a mí mismo.
Amar «a tu prójimo como a ti mismo» (Lucas 10:27) exige la misma clase de amor apremiante. Un amor que percibe la necesidad de otra persona y que no descansará hasta satisfacerla. Es un amor cordial y afectuoso que piensa y actúa con esmero; el amor sacrificial y compasivo que un samaritano desconocido tuvo hacia un viajero caído. Es la clase de amor que Dios quiere compartir con tu prójimo a través de ti.
1. Tu corazón toca el de tu prójimo mejor que cualquier otra cosa. Por eso, ¿qué te parece compartir con esa persona especial el mejor regalo?
2. Amar implica sacrificio y generosidad hacia otros, ya sea con tu tiempo, tus cosas materiales o con un abrazo franco y sincero. ¿Eres capaz por amor a tus amigos y amigas de hacer lo necesario para mostrarles el amor de Dios? Eso si es una muestra de amor por ellos ellas.
NPD/JS
Un excelente mensaje de reflexión a cerca el amor no solo hacia los demás si no el amor propio. Un amor bien entendido espontaneo y sincero capaz de sacrificar y entregar sin condiciones
Amén