Lectura: Ezequiel 2:4-3:3

Daniel había notado desde hacía aproximadamente un año una mancha rojiza en su brazo; desde su aparición tenía un crecimiento extraño y el color había cambiado. 

Debido a esto decidió ir a su médico y luego de realizarse una biopsia recibió el diagnóstico que nadie quiere oír, tenía un cáncer de piel, pero era operable, y si se lo quitaban, la posibilidad de que su vida corriera riesgo era muy baja.  Este fue un trago amargo y por supuesto muy difícil de digerir, pero debía tomar acción inmediata para atender su situación de salud.

Dios también le ordenó a Ezequiel una tarea al parecer extraña y muy amarga, puso delante de él un rollo de pergamino donde decía acerca de su pueblo Israel: “esta gente de rostro endurecido y de corazón empedernido” (Ezequiel 2:4), y este mensaje debía ser comunicado a su pueblo. También, Dios le aseguró que a pesar de que estas personas eran rebeldes, él iba a estar seguro.

Lo extraño aconteció cuando el Señor le dijo que literalmente se comiera el rollo de pergamino que contenía aquellas duras palabras correctivas; cualquiera pensaría que posiblemente aquel pergamino tenía un sabor amargo como su contenido, pero el profeta escribió que era tan “dulce como la miel” (3:1-3).

Seguramente, esto sucedió para ejemplificarle a Ezequiel que a pesar de que ese rollo contenía una reprimenda fuerte y amarga de parte de Dios, era buena para el alma de aquellas personas.  La corrección al inicio puede parecer dolorosa, pero si proviene de Dios siempre será para nuestro bienestar.

  1. Quizás estés pasando por uno de esos momentos cuando todo parece oscuro y amargo, pero humíllate delante de Dios y acepta su corrección, verás que el resultado siempre será para bien aunque en este instante no puedas verlo.
  2. Señor ayúdame a entender que tus palabras, aunque sean duras, al final serán de gran sustento y dulzura para mi alma.

HG/MD

“Al momento, ninguna disciplina parece ser causa de gozo sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que por medio de ella han sido ejercitados” (Hebreos 12:11).