Lectura: Deuteronomio 6:1-9
Estando de visita en casa de una pareja de jóvenes, nos encontramos con que sus gemelos, una niña y un niño de 4 años, estaban jugando. El niño sostenía un martillo de juguete y estaba dando golpecitos al clavo de una de las puertas, en tanto la niña jugaba con un estetoscopio de juguete intentando escuchar el corazón de sus muñecas; ambos estaban imitando a sus padres, él contratista de construcción y ella enfermera en un hospital de la ciudad.
La escena de estos dos pequeños, me recuerda que los niños tratan de imitar lo que ven hacer a los adultos, tanto las acciones como las palabras. Y mucho más importante que eso, su concepto de Dios es elaborado a partir de lo que ven en sus padres y en los adultos que los rodean. Si somos violentos, o poco cariñosos, o fríos y distantes es muy probable que esa sea la forma en que conciben a Dios.
Uno de los propósitos más importantes que tenemos los padres y adultos, es ayudar a los pequeños a que tengan un concepto correcto de Dios, en especial esa parte de su naturaleza maravillosa mostrada por medio de su amor.
Que buena herencia para los niños y niñas que podamos brindarles una imagen adecuada de Dios, que en cada paso de su crecimiento ellos puedan ser testigos de primera mano de una vida que refleje su carácter y sus prioridades.
- Ya que Dios nos dio el privilegio de conocerlo, compartamos esa maravillosa experiencia con quienes nos rodean.
- Recuerda, aunque no lo creas, otros te están mirando.
HG/MD
“Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Estas palabras que yo te mando estarán en tu corazón. Las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas sentado en casa o andando por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes.” (Deuteronomio 6:5-7).