Lectura: Mateo 26:39-42; 27:45-46

“Algunas veces siento como si Dios no me estuviera escuchando”. Esas palabras, provenientes de una mujer que trató de mantenerse fuerte en su caminar con Dios mientras lidiaba con un esposo alcohólico, hacen eco del angustioso clamor de muchos creyentes. Durante 18 años, ella le pidió a Dios que cambiara a su esposo. Sin embargo, esto nunca sucedió.

¿Qué hemos de pensar cuando repetidamente le pedimos a Dios algo bueno, algo que fácilmente lo glorificaría pero la respuesta no llega? ¿Está Él escuchando o no?

Veamos la vida del Salvador. En el jardín de Getsemaní, El pasó horas de agonía en oración, vertiendo su corazón y rogando, “Que pase de mí esta copa” (Mateo 26:39). Pero la respuesta del Padre claramente fue: “No”. A fin de proveer salvación, Dios tenía que enviar a Jesús a morir en la cruz. Aun cuando Jesús sentía como que Su Padre lo había abandonado, oró intensa y apasionadamente porque confiaba en que Dios estaba escuchando.

Cuando oramos, puede que no veamos como Dios está obrando o que no comprendamos como hará para que todo al final salga para bien. Así que tenemos que confiar en Él. Cedemos nuestros derechos y dejamos que Dios haga lo que es mejor.

Debemos dejar lo incognoscible a Aquel que lo sabe todo. Él está escuchando y obrando para que todo salga a Su manera.

NPD/JDB.