Lectura: 1 Samuel 6:20-7:6

El arte, la música, y las tradiciones familiares son el foco de la Navidad, pensamos en la “pequeña ciudad de Belén” y en el bebé dormido en un pesebre.  ¿Qué madre no puede cerrar sus ojos y recordar a su propio hijo dormido en la cuna?  Nos deleitamos en estas preciosas expresiones de la venida de Jesús al mundo.

Pero no podemos dejar que el bebé en un pesebre sea la única parte de nuestro conocimiento de Cristo. No podemos quedarnos con la dulzura del niño dormido. ¡Tenemos que ir más allá y tener una relación viva y vital con el crucificado, el resucitado, el Cristo glorificado!

En primera de Samuel 7 se nos cuenta que el Arca de la Alianza, el símbolo de la presencia y poder de Dios, había decaído y estaba casi olvidada en una aldea remota ( v.2 ) . La nación de Israel no había adorado, ni honrado a Dios el Todopoderoso en mucho tiempo.  Él fue dejado de lado, fue olvidado.

¿Cómo pudieron hacer una cosa así?  Sin embargo, si lo pensamos bien, muchos de nosotros mostramos esa la misma falta de memoria. ¿Pensamos en Jesús solo en Navidad? ¿Nuestros pensamientos sobre el Rey de Gloria, el Soberado toda la creación, sólo se asocian a un niño envuelto en pañales?    ¡Si esto es así, entonces aun todavía estamos perdiendo el verdadero mensaje de la Navidad!

No podemos seguir al niño Jesús del pesebre.  Él anhela una relación viva y dinámica con nosotros. Así como Israel trajo el arca de la oscuridad  a la luz y a su vida cotidiana, necesitamos llevar a Cristo fuera de la cuna e introducirlo a nuestras vidas.

1. Cuando miramos más allá del pesebre, y recodamos la cruz del Calvario, conoceremos el verdadero motivo de la Navidad, que nos debe traer alegría y felicidad.  No son los regalos, ni las comidas especiales. o un viejito panzón, se trata de que Jesús nació, creció, murió, resucitó y ahora está preparando un lugar para ti y para mí (1 Corintios 15:51-55).

2. Si Cristo se mantiene en el exterior, algo debe estar mal en el interior.

NPD/DCE