Lectura: Hechos 16:6-10

A la gran mayoría no le gusta recibir un “no” o “ahora no” como respuesta.  Hace muchos años se me abrieron varias oportunidades en lugares donde quería trabajar, pero luego de varios extensos procesos de selección y entrevistas no obtuve ninguno de los empleos para los que me había postulado. 

Luego de esto surgió otra oportunidad que no era tan genial como las anteriores, pero gracias al Señor fui escogido para laborar por muchos años en ese lugar, y esto permitió que posteriormente otras puertas se abrieran para mí.

En Hechos 16 se nos relata que en dos ocasiones el apóstol Pablo y sus compañeros recibieron la guía de Dios en su ministerio.  En la primera ocasión “les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia” (v.6).

Después, “llegaron a la frontera de Misia, procuraban entrar en Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se los permitió” (v.7).  Aunque Dios no les reveló en ese instante la razón de esas negativas, Él tenía otros planes para su obra y sus obreros, y se los reveló poco tiempo después cuando los enrumbó a Macedonia y ellos fueron obedientes a la voluntad de Dios (vv.9-10).

En algún momento de la vida todos hemos pasado por situaciones que inicialmente parecían no tener algún sentido o que en nada nos aprovecharía, y lo que podíamos sentir era tan sólo el dolor del momento. 

Pero, luego de que pasa la tormenta y la luz vuelve a aparecer, con el tiempo comprendemos que esos desvíos o los baches en el camino, son tan sólo una forma en la que Dios en su infinita misericordia y gracia actúa para nuestro bien.

  1. Te agradecemos Señor porque en tu sabia voluntad sabes qué es lo mejor para nosotros.
  2. Con el tiempo es posible que podamos entender mejor el motivo por el cual no obtuvimos aquello que en el pasado lamentamos no tener; nos es posible comprender que no lo necesitábamos o incluso que si lo obteníamos nos hubiera hecho caer en un grave error.

HG/MD

“No se conformen a este mundo; más bien, transfórmense por la renovación de su entendimiento de modo que comprueben cuál sea la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta” (Romanos 12:2).