Lectura: Daniel 6:10-23
Un buen amigo trabaja para una organización transnacional y estaba de visita en el país para asistir a unas reuniones. Él es una persona muy ocupada, pero sacó de su tiempo de almuerzo para hablar conmigo. Fue un increíble momento, recordamos muchas historias y al mirar mi plato me dije: ¡Lástima que tuvimos tan sólo un pequeño momento para conversar! Hubiera deseado que los minutos se extendieran para pasar más tiempo juntos; no obstante, su agenda era complicada
Al recordar esto, pensé que en muchas ocasiones “nuestra agenda” está demasiado ocupada y sólo le brindamos pequeños momentos de nuestro tiempo a Dios; y aunque nos cueste reconocerlo a veces sólo le damos los últimos minutos antes de dormir.
El profeta Daniel también era un hombre sumamente ocupado, incluso tenía un importante cargo en el antiguo reino babilónico. No obstante, él entendía que debía reservar tiempo para lo más importante, pasar tiempo con Dios: oraba tres veces al día, alababa al Señor y le daba gracias. Esta dinámica le permitió fortalecer su fe, la cual se puso a prueba durante un momento de severa persecución (Daniel 6).
Dios siempre está dispuesto a relacionarse con nosotros. Cada mañana, podemos invitarlo a ser parte del nuevo día que apenas inicia; durante la mañana y la tarde podemos recordar sus misericordias y guía constante en nuestras decisiones, y ya al final del día alabarlo y darle gracias por su ayuda durante el día que termina.
- Reflexiona acerca de su fidelidad. A medida que pasamos tiempo con el Señor en oración y en su Palabra, profundizamos nuestra comunión con Él y aprendemos a imitarlo.
- Disfrutar cada vez más de su compañía es el resultado de priorizar nuestro tiempo con Dios.
HG/MD
“Cuando Daniel supo que el documento estaba firmado entró en su casa y, con las ventanas de su cámara abiertas hacia Jerusalén, se hincaba de rodillas tres veces al día. Y oraba y daba gracias a su Dios, como lo solía hacer antes” (Daniel 6:10).
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