Lectura: Salmos 40:1-17
Pocas personas conocen que el autor C. S. Lewis y su hermano Warren pasaron varios años estudiando en un internado para niños en Inglaterra. Decían que el director era un hombre cruel, que le hacía la vida insoportable a todos.
Mucho tiempo después, Warren con su humor sencillo y sarcástico escribió lo siguiente: “Ahora tengo poco más de 64 años, y hasta ahora, nunca he estado en una situación en la que no me haya consolado pensar que, por peor que fuera, siempre era mejor que lo que viví en el internado”. Creo que casi todos podemos recordar situaciones difíciles y dar gracias porque estamos mejor ahora que en el pasado.
El Salmo 40:1-5 nos recuerda un momento crítico en la vida de David, cuando le rogó al Señor que lo rescatara. Dios lo sacó del “pozo de la desesperación, del lodo cenagoso” y colocó sus pies sobre una roca (Salmo 40:2). Entonces, David declaró: “Puso en mi boca un cántico nuevo, una alabanza a nuestro Dios” (Salmo 40:3).
Aun así, ser liberado de la depresión y la desesperanza no sucede instantáneamente. Por eso, el salmista sigue clamando para que la misericordia, la bondad y la verdad del Señor lo libren de su pecado y de la amenaza de sus enemigos (Salmo 40:11-14).
- Aun en nuestros peores momentos, también podemos decir: ¡eres mi Salvador y Señor!
- Te alabamos Señor porque eres digno de adoración.
HG/MD
“Aunque yo sea pobre y necesitado el Señor pensará en mí. Tú eres mi ayuda y mi libertador; ¡Oh Dios mío, no te tardes!” (Salmo 40:17).
0 comentarios