Lectura: 1 Corintios 11:23-34
En la mayoría de nuestros países tenemos, por así decirlo, “héroes de la independencia”; fueron personajes que de una u otra forma en el pasado, pusieron un granito de arena para que nuestros pueblos disfrutaran de la anhelada libertad de las naciones que los vieron nacer como comunidades organizadas.
También es normal que tengamos días especiales para recordar las hazañas de aquellos personajes que cambiaron la historia de todo un país.
El deseo de recordar a quienes dieron sus vidas por su país es muy noble. Pero, con todo lo significativo que es, jamás podría compararse con el privilegio que nos embarga cuando nos aproximamos a la Mesa del Señor. Al celebrar la Comunión estamos obedeciendo el mandamiento de Cristo de recordar su muerte (Lucas 22:19), y de hacerlo “hasta que Él venga” (1 Corintios 11:26). Cuando Cristo sacrificó su vida por nosotros, proveyó el perdón de pecados que nos libera y asegura un hogar eterno en el cielo.
Quizás hoy más que cualquier otro día del año, recordamos lo que pasó en aquel aposento alto de Jerusalén. Pero, en vez de dejar que la Cena del Señor se vuelva una rutina, hagamos que cada oportunidad a la Mesa sea un verdadero momento para recordar a nuestro gran Héroe Jesús, honrándolo hasta que regrese por nosotros tal como lo prometió (1 Tesalonicenses 4:13-18).
- Cuando participamos en la cena del Señor, recordamos y agradecemos el precio por nuestra salvación, nunca lo olvidemos.
- Esperamos que un día muy cercano podamos disfrutar con nuestro Señor y compartir en su mesa, cuando esto ocurra significará también que el tiempo para los que no conocen al Señor se ha acabado, sabiendo esto, ¿queremos que nuestros amigos y amigas también disfruten con nosotros a la mesa del Rey de reyes? Si es así, compartamos el mensaje de vida y salvación con ellos.
HG/MD
“Todas las veces que coman este pan y beban esta copa, anuncian la muerte del Señor, hasta que él venga” (1 Corintios 11:26).