Lectura: 1 Tesalonicenses 5:1-22

Hace más de 2000 años Jesús dijo: “Yo vengo pronto”  Desde entonces, algunos han tratado equivocadamente de predecir cuándo regresará. Otros se han burlado. ¿Se equivocó Jesús? ¿Pasó algo que Él no previó?

¡Por supuesto que no! Nosotros consideramos al tiempo desde la perspectiva de nuestra propia brevedad de existencia.   Pero al ser Dios eterno, el tiempo no es una variable que lo afecte: “Un día es como mil años, y mil años como un día” (2 Ped.3:8).

Jesús dijo a sus discípulos que Dios no les había dado información específica acerca de “los tiempos o las sazones” (Hechos 1:7).  Él quería que ellos, así como Él quiere que nosotros  vivamos en una actitud de expectativa. Pablo hizo eco de esto cuando habló de la venida de Cristo como: “la esperanza bienaventurada” (Tito.2:13).

Pero, ¿cómo podemos vivir a la expectativa?  Jesús instruyó a sus discípulos a ser testigos en todo el mundo (Hechos 1:8). Pablo dijo: “Velemos y seamos sobrios” (1 Tes. 5:6) y  amemos a otros creyentes (vv.12-15). Juan nos instó a caminar en estrecha comunión con Jesús (1 Jn. 2:28-3:3) y purificarnos para que “…cuando él regrese, estén llenos de valor y no se alejen de él avergonzados”. (1 Juan 2:28).

La venida del Señor en cualquier momento, no debe estimularnos para que tratemos de buscar una fecha estimada, sino que debe motivarnos a entrar en una espera vigilante.  Vamos a servirle a Él en todos los aspectos de nuestra vida, y un día vamos a oírle decir: “Bien hecho, mi buen siervo fiel”  (Mt. 25:21).

  1. Bienaventurados aquellos que se encuentran esperando al Señor.  No importa si ha de venir en la madrugada o a medianoche, ¿Estamos esperándolo?
  2. Un cristiano que le espera, será un cristiano de trabajo.

NPD/HVL