Lectura: Salmos 62:1-12

Hace algunos años, un empleado de una tienda de aparatos electrónicos, me enseñó algunas de las increíbles características que tenía el teléfono inteligente que recién había comprado; entre las facilidades, me mostró la opción de grabado de voz para no tener que escribir.

El joven empleado me dijo lo útil que era para él esa función: “Cuando comienzo el camino de regreso a casa, después del trabajo, uso siempre esa funcionalidad, hablo sobre todo lo acontecido en el día, ya sea bueno o malo. Cuando entro al garaje con el coche, aprieto el botón para borrar todo”.  Luego sonrió. Aparentemente, después de contarle todo a su grabadora de voz, no tenía la necesidad de hablar sobre los problemas del día con su esposa y familia.

Esta historia me recordó, con cuánta frecuencia le contamos, sin necesidad, las decepciones y los problemas a otros, en vez de hablarles de Dios.   El salmista escribió: “esperen en él en todo tiempo; derramen delante de él su corazón porque Dios es nuestro refugio” (Salmo 62:8). En dos ocasiones más, el salmista volvió a escribir que debemos esperar tranquilos en el Señor, Su roca y Su refugio (vv. 1-2,5-7).

José Scriven (1819-1886) lo expresó de forma maravillosa en este hermoso canto: ¡Oh, qué amigo nos es Cristo!:

¡Oh, qué amigo nos es Cristo! Nuestras culpas él llevó,

Y nos manda que llevemos todo a Dios en oración.

¿Estamos tristes y agobiados, y cargados de aflicción?

Esto es porque no llevamos todo a Dios en oración.

Si bien hallamos gran consuelo al contarle nuestras dificultades a un amigo, nos perdemos la ayuda más grandiosa si no las llevamos delante del Señor.

  1. Si te sientes triste y agobiado, presenta todo ante Dios.
  2. No importa dónde estés, Jesús está a una oración de distancia.

HG/MD

“Oh pueblos, esperen en él en todo tiempo; derramen delante de él su corazón porque Dios es nuestro refugio” (Salmos 62:8).