Lectura: Salmos 62:1-12

Es de esperar que el rey David estuviera extremadamente molesto, porque sus enemigos estaban conspirando para destronarlo. Sin embargo, en el Salmo 62, testificó que su alma estaba muy confiada ante Dios. ¿Cómo fue esto posible en medio de tal confusión? El versículo 8 ofrece una única pista que descubrí por mí mismo hace varios años.

Yo acababa de regresar a casa, cansado de trabajo diario, solo, y de mal genio.   Comencé a expresarle a Dios mis quejas, de repente me detuve y le dije: «Padre, perdóname. Estoy tratándote como a un terapista.  Discúlpame  por el torrente de palabras que fluían sin sentido de mi boca. Entonces el Espíritu de Dios me susurró muy adentro recordándome estas palabras del Salmo 62:6-8:

Sólo él es mi roca y mi salvación,

mi fortaleza donde no seré sacudido.

Mi victoria y mi honor provienen solamente de Dios;

él es mi refugio, una roca donde ningún enemigo puede alcanzarme.

Oh pueblo mío, confía en Dios en todo momento;

dile lo que hay en tu corazón,

porque él es nuestro refugio.

¡Pero, por supuesto! Él es el Creador de mi cuerpo físico y espiritual, también creó mis emociones.  Él entiende mis sentimientos de ira y depresión.  Sin embargo él también me brinda su reconfortante consejo correctivo y con habilidad el Espíritu Santo me guía a través de Su Palabra. Mis problemas no se evaporarán, pero al igual que David, pudo descansar en Dios.  Y estar en paz de nuevo.

1. Nunca dudes en derramar tu corazón delante de Dios.  En el día de la angustia, encontrarás que la oración es el camino más corto entre tu corazón y Dios.

2. El silencio de nuestras habitaciones, nos permite compartir con nuestro Salvador, todas nuestras preocupaciones y problemas, al hablar con Él en oración.

3. Dios llena nuestro corazón de paz, cuando derramamos nuestro corazón ante Dios.

NPD/JY