Lectura: Habacuc 3:17-19

Muchas veces me he unido a cantar el coro: “Dios es bueno, Dios es bueno, Dios es tan bueno, es tan bueno para mí.”  Yo suelo cantar esta con sinceridad, dándole gracias por mi familia, por mi satisfacción plena, por mis muchos amigos, y sobre todo, mi salvación. Pero un día, un sentimiento de culpa se apoderó de mí mientras la cantaba.  ¿Cantaría estas palabras si estuviera viviendo solo, si no me sintiera amado, y tuviera muy poco que comer?

Espero que sí. Estoy seguro de que el Señor, en quien he puesto mi confianza, me daría la misma gracia que Él le ha dado a millones de personas que no tienen nada más que Él.  Encarcelados por su fe o desnutridos o condenado al ostracismo o dolorosamente enfermos,  estas personas pueden regocijarse en el Señor y declarar su bondad.

Un amigo que ha estado trabajando con creyentes en la India me dijo que cientos de miles de nuevos conversos reflejan un gozo y alegría tan increíbles, que lo ponen en vergüenza. ¿Podría ser que debido a que son desesperadamente pobres se centran más plenamente en Cristo? Este amigo y yo tenemos a Jesucristo, además de muchas posesiones terrenales y placeres. Ellos tienen a Cristo y nada más. Él es todo lo que necesitan y lo cantan con mayor fervor que yo: “¡Dios es tan bueno!”

1. Sí, Dios es tan pero tan bueno, que no importan cuáles sean nuestras circunstancias. Es una lección que todos debemos aprender, tarde o temprano.

2. Incluso cuando todo se ve mal, Dios es bueno.

NPD/HVL