Libros y cultura

Autor: Adrian Rogers

Estás en tu trabajo al borde del cumplimiento de un plazo. O durante un partido con tu equipo perdiendo y sólo quedan dos minutos para revertir el resultado. O con la casa llena de niños y las visitas que están por llegar. En medio de la situación exclamas con una sonrisa: “¡Necesito un milagro!”. Pero cuando la situación es crítica, lo dices de veras.

Sentado en la sala de espera frente a la sala de cuidados intensivos. Mientras esperas alguna noticia acerca de los recortes de personal en la empresa para la que trabajas. O durante la larga depresión que viene luego de la pérdida de un ser querido. Es entonces que necesitas no solamente un milagro, sino a Dios en persona.

Este libro comunica esta verdad central: Cada milagro divino que ocurre hoy en día y los que Jesús llevó a cabo durante su ministerio terrenal tienen el propósito de llamar tu atención a la verdadera respuesta a tu necesidad: El Salvador.

Adrian Rogers fue el pastor principal por 32 años de la Iglesia Bautista Bellevue en Memphis, Tennessee, Estados Unidos de América; también fue presidente de su denominación en tres ocasiones. Fue el fundador y presidente del ministerio radial y de televisión “El amor que vale”. Él y su esposa Joyce tuvieron cuatro hijos y seis nietos.

Contenido del libro

Introducción
1. La posibilidad de los milagros
2. Los problemas con los milagros
3. El agua es convertida en vino: Jesús es el gozo de Dios en medio de sus decepciones
4. El hijo de un noble es sanado: Jesús es su fuente de seguridad cuando duda 5. El paralítico es sanado: Jesús es la fortaleza de Dios en medio de su impotencia
6. Los cinco mil son alimentados: Jesús es la satisfacción que Dios provee para sus anhelos
7. La tormenta es calmada: Jesús es la paz de Dios en medio de su desesperación
8. Los ojos del ciego son abiertos: Jesús es la luz de Dios en sus momentos de oscuridad
9. Lázaro es levantado de entre los muertos: Jesús es la vida de Dios cuando enfrenta la muerte
10. El milagro más poderoso Epílogo

Introducción

Entre 1925 y 1963 uno podía viajar por las autopistas de Estados Unidos de América y leer los vistosos carteles rojos y blancos que salpicaban aquellas rutas. Eran anuncios publicitarios de una crema para afeitarse conocida como Burma-Shave. Se trataba de una secuencia de carteles publicitarios pequeños, de unos treinta por sesenta centímetros sostenidos por unos pilares. Se hallaban uno tras otro a intervalos de unos cuatrocientos metros, más o menos. Uno iba leyendo un aviso tras otro en el camino antes de llegar a la frase clave. A veces el párrafo completo tomaba la forma de un pequeño poema. Por ejemplo: Un durazno se ve bien con toda su pelusa, pero el hombre no es durazno y nunca lo fue.
Uno seguía su camino para encontrar un poco más adelante el último cartel, que decía: “¡Burma-Shave! ”. Uno recibía una parte del mensaje con cada cartel, pero al final todo tenía sentido.
Ese es un ejemplo comprensible de lo que el apóstol Juan estaba haciendo cuando escribió su Evangelio. Este amado Apóstol escogió para nosotros siete milagros que nos transmiten tanto ánimo a los que vivimos en el siglo veintiuno como a los que los experimentaron en el siglo primero. ¡Son capaces de cambiar la vida de las personas!

UN DESFILE DE MILAGROS
Al final del Evangelio de Juan nos enteramos de que hubo un proceso de selección en cuanto a su registro de los milagros de Cristo. Por inspiración del Espíritu Santo, Juan escogió siete de los milagros del Señor y los reunió en un orden especial para nuestra comprensión. Por cierto Jesús hizo muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero estas cosas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre. Juan 20:30, 31.

La palabra “señales” usada en este pasaje tiene tremenda importancia. Es el plural de la palabra griega semeion, que significa “un milagro con un mensaje” o “un milagro con un significado”. No se trata solamente de un milagro con su valor nominal, sino de un milagro con una lección especial que lo acompaña. Es una señal con un significado especial. El doctor Campbell Morgan dijo que cada parábola que Jesús enseñó constituía un milagro de instrucción, y que cada milagro que Jesús llevó a cabo era una parábola instructiva. Me gusta eso. Existe un significado en estos milagros registrados por Juan.

Cada uno de los siete milagros de Jesús muestra no solamente su poder sobre la naturaleza sino también su poder redentor sobre el pecado, la muerte, el infierno y la tumba. Estos milagros apuntan claramente a la maravillosa verdad de que Jesús es la respuesta de Dios a nuestras necesidades más íntimas. Él es la respuesta de Dios a sus desilusiones, dudas, impedimentos, deseos, desánimo, oscuridad y muerte. En este estudio vamos a aprender a creer en milagros, pero a confiar en Jesús. Vamos a aprender que los milagros de gracia son mayores que los milagros de gloria.

Este libro afirmará su fe en lo sobrenatural. Mi oración por usted es que experimente milagros en su vida. Pero me desilusionaría saber que sólo llega hasta allí. Necesitamos ir más allá de los milagros para llegar hasta Jesús . Cuando lo recibimos a él y llegamos a conocer verdaderamente su poder transformador, hemos experimentado el milagro por excelencia. Como dice una canción:
Hizo falta un milagro para colocar las estrellas en su lugar;
hizo falta un milagro para que el mundo flotara en el espacio.
Pero cuando él salvó mi alma me limpió y me restauró,
¡hizo falta un milagro de amor y gracia!

Bill Gaither escribió una vez una canción que incluía estas palabras: “Existe un largo desfile de milagros y es precedido por un maravilloso Rey”. Así es, exactamente, y yo soy uno de esos milagros. ¿Lo es usted?