Lectura: Colosenses 3:18-4:1

Parte de las consecuencias negativas de la Revolución Industrial, fue el deterioro de las condiciones laborales en la Inglaterra del siglo 19.  

Hombres, mujeres y niños trabajaban en fábricas peligrosas y sin descansos durante el día, y después se iban a sus casas donde también tenían condiciones catastróficas.  A la gran mayoría de los dueños de esas fábricas no les importaba en lo más mínimo el bienestar de sus empleados, y lo peor de todo era que muchos de ellos se hacían llamar “creyentes”.

Pero, no todos los empleadores eran injustos, los dueños de la compañía de chocolates Cadbury eran muy diferentes.  Cuáqueros por convicción y empresarios por vocación, se concentraron en mejorar las condiciones de trabajo de sus 200 trabajadores. Construyeron una fábrica de última generación con vestuarios calefaccionados, una cocina y espacios de recreación. Además, para ocuparse de las necesidades espirituales de los empleados, empezaban el día de trabajo con un estudio bíblico.

Colosenses 4:1 señala: “Amos, hagan lo que es justo y equitativo con sus siervos, sabiendo que también tienen un Amo en los cielos”.  Sin duda, los Cadbury procuraban darles a sus empleados lo justo y correcto, pero su vocación celestial los motivó a ir un paso más allá y suplir también sus necesidades físicas y espirituales.

  1. Aunque quizás no seamos dueños de una empresa, habitualmente tenemos contacto con diversas personas. Como creyentes, es importante que actuemos siempre con ética.
  2. Con la ayuda de Dios, ocupémonos del bienestar de los demás, orando por ellos, alentándolos y atendiendo en la medida de nuestras posibilidades sus necesidades físicas (Gálatas 6:10).

HG/MD

“Por lo tanto, mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos, y en especial a los de la familia de la fe” (Gálatas 6:10).