Lectura: Efesios 5:1-8

El perro de mi vecino estaba ladrando frenéticamente, tratando de alcanzar a una escurridiza ardilla que se escabullía entre los arbustos y los techos.  De pronto, el perro me miró con una expresión que parecía decir: “¿No me puedes ayudar a capturarla?”.

Por supuesto no lo ayudé y tampoco lo regañé, aunque debo reconocer que quisiera que tuviera el mismo empeño en atrapar o asustar a las ratas, que el que tiene por perseguir a las traviesas ardillas.  Este perro es un pequeño Terrier; raza que en su momento fue adiestrada para perseguir roedores, por lo tanto hace honor a su crianza original.

Nuestro Señor espera que sus hijos amados (Ef.5:1), quienes han sido librados de la oscuridad espiritual, anden por el camino que Él preparó, siendo “Luz en el Señor” (Ef.5:8).  Dios quiere que sus hijos “¡Anden como hijos de luz!” (Ef.5:2) razón por la cual fuimos salvados, y que por supuesto no vivamos, ni hablemos como los incrédulos, los cuales no forman parte del reino de Dios (v.5-6).

Por supuesto, hay que reconocer que vivir de acuerdo con la voluntad de Dios, no es asunto de instinto, ni se hace visible en nuestras vidas como algo natural.  La Biblia nos desafía para que nos comportemos diariamente como Dios nos ha llamado a vivir, de una forma que le agrade, mostrando quienes somos a través de nuestras acciones debido a la gracia divina.

Tan sólo cuando hagamos esto conscientemente y cotidianamente llegaremos a ser: “imitadores de Dios como hijos amados” (v.2), y por supuesto cuando esto ocurra seremos capaces de disfrutar del gozo de ser parte de la familia de Dios.

  1. Cuando hacemos aquello para lo cual Dios nos salvó, estamos siendo lo que debe ser un hijo(a) de Él.

 

  1. Nuestra conducta refleja fielmente lo que creemos.

HG/MD

“Por tanto, sean imitadores de Dios como hijos amados” (Efesios 5:1)