Lectura: 2 Corintios 6:1-13

Hace un tiempo leí un artículo que hablaba de los nombres que les ponen las personas a sus embarcaciones personales.  Dentro de los más populares estaban: Serenidad, Pausa, y Serendipia que se refiere a un hallazgo valioso que se produce de manera casual.

En el artículo entrevistaron a un hombre que le había puesto a su barco: “Viviendo a lo Grande”; cuando le preguntaron por qué ese nombre, él indicó que significaba que por fin, luego de mucho trabajo, ahora era merecedor de vivir muy bien, comprar lo que quería y tener lo que siempre había soñado.

Si bien es cierto que luego de una vida de mucho esfuerzo podemos disfrutar del fruto de nuestro trabajo, cuando esto se convierte en el único propósito en nuestra vida, queda en evidencia un gran problema con nuestro enfoque.

Cuando encontramos el verdadero significado de la vida, nuestras prioridades cambian y empezamos a vivir nuestra vida verdaderamente a lo grande, pero en un sentido totalmente diferente al que teníamos.

El apóstol Pablo en compañía de su colaborador de ese entonces Timoteo, le escribió a los Corintios lo siguiente: “Nuestra boca ha sido franca con ustedes, oh corintios; nuestro corazón está abierto.  No están limitados en nosotros; lo están en su propio corazón. Pues para corresponder del mismo modo, como a hijos les hablo: ¡Abran ustedes también su corazón!” (2 Corintios 6:11-13).

Ellos habían entregado su corazón a los Corintios incondicionalmente, así como un padre da lo mejor de sí para sus hijos y espera que su buen ejemplo sea imitado por ellos.  Un creyente debe manifestar su gran corazón mostrando afecto y servicio por medio de las acciones y palabras, tal como lo indicó nuestro Señor: “…cualquiera que anhele ser grande entre ustedes será su servidor” (Mateo 20:26).

  1. Para vivir realmente a lo grande debemos brindar lo mejor de nosotros hacia Dios y los demás.
  2. No amamos en verdad a menos que demos nuestro amor sin esperar nada a cambio.

HG/MD

“El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor” (1 Juan 4:8).