Lecturas: 1 Corintios 15:35-49 / 1 Tesalonicenses 4:13-18.
La casa del buen Pastor en Wisconsin tenía un problema de ventanas sucias. Aunque muchos de sus residentes sufren de alguna discapacidad grave, aman a Jesús y entienden que Cristo ha prometido volver algún día y darles nuevos cuerpos. “Todos los días”, dijo el superintendente, “algunos de ellos van a la ventana y ponen la nariz contra el cristal, en busca de él.”
La expectativa de esa gente preciosa es genuina. Sus limitaciones físicas y mentales irreversibles alimentan sus ansias de que un día van a ser perfectamente sanos y libres de sus limitaciones físicas.
El Espíritu Santo nos permite mantener viva esa misma esperanza. Y es una esperanza segura, ya que se basa en dos hechos, uno pasado y uno futuro, la resurrección de Jesucristo de entre los muertos (1 Cor. 15:20), y la realidad que Él regresará a la tierra algún día (1 Tesalonicenses 4:13-18). Pablo une ambas verdades en el versículo de 1 Tesalonicenses 4:14).
Cuando las cosas se ponen difíciles, debemos resistir la tentación de renunciar a la vida, o de encontrar placer en el morboso hábito de la queja. En cambio, debemos mantenernos obedientes al Señor, renunciar al pecado, y mantener nuestros ojos en el futuro (1 Cor. 15:33-34). Entonces podremos regocijarnos con certeza de que en el mundo venidero, nuestras dolorosas pruebas no existirán más.
1. Vamos, esperemos con fe, el regreso de Cristo.
2. La alegría más grande en la tierra, es una perspectiva clara del cielo.
NPD/DJH