Lectura: Juan 21:1-7
Tengo unos conocidos que jugaban con sus hijos un juego muy simple que consistía en decir: “¡Vean, vean!”. Tenían que decir esto si algún miembro de la familia veía, lo que parecía ser Dios obrando a su alrededor directa o indirectamente. Ya fuera que alguno viera una hermosa puesta de sol, a una persona ayudando a otra, a una familia disfrutando juntos en el parque, un hermoso arcoíris en el horizonte luego de una lluvia primaveral, o cuando uno de ellos podía disfrutar de su comida favorita. Este sencillo juego inculcó en sus hijos, una sensibilidad especial con respecto a las bendiciones de Dios en el mundo y en sus propias vidas.
Al pensar en este juego, no puedo evitar pensar en los discípulos y su intento inútil de volver a su vida anterior, del cual leímos en nuestra lectura devocional en el evangelio de Juan. Como solían hacer, aun de noche habían salido a pescar, quizás en un intento de olvidar o como una excusa para evitar cumplir con el trabajo encargado por su maestro; sin embargo, la pesca no había sido provechosa, y regresaron a la orilla cansados y frustrados.
En la costa pudieron divisar a una figura que les habló pero no identificaron: “Hijitos, ¿no tienen nada de comer?” Podemos imaginar al refunfuñón de Pedro, diciendo a los otros de forma cortante: “No”. Mientras tanto en la orilla, el aún desconocido les decía: “Echen la red al lado derecho de la barca, y hallarán”; le obedecieron no de muy buena gana, y fue tal la cantidad de peces que contenían las redes, que no los podían halar. En ese extraño momento, vino a la mente de Juan todo el cúmulo de recuerdos de su primer encuentro con Jesús, en el cual también se encontraban Pedro, Andrés y Jacobo su hermano; esa voz era la misma que hacía tan sólo tres años y unos meses, los había llamado a seguirlo y a ser pescadores de hombres (Mat.4:18-22). “Es el Señor”, le dijo a Pedro. Fue como un “Vean, vean”, fue Juan el primero en reconocer a quien los había desafiado a dejar sus redes para seguirle y hacer su voluntad.
- Puede ser que estés viviendo una situación de la que no encuentras salida, o que lo cotidiano te tenga distraído de lo que es realmente importante. Si prestas atención, tú también podrás ver la mano de Dios donde otros no la ven.
- Por medio de una fe creciente y fuerte, podrás ver a Dios actuando, y a ti siendo un instrumento de su amor.
HG/MD
“Y les dijo: “Vengan en pos de mí, y los haré pescadores de hombres”. Y de inmediato ellos dejaron sus redes y lo siguieron” (Mateo 4:19-20).