Lectura: 1 Juan 1:1-10

Un hombre que no había visto ni hablado con un amigo de la adolescencia, se encontró con él en un aeropuerto, y mientras esperaban que salieran sus respectivos aviones, él le contó las experiencias que había vivido con el cáncer.

La sonrisa en su rostro era un testimonio poderoso de la buena noticia que le habían dado hacía pocos días.  Dijo que los resultados de todos los estudios que le habían hecho tras un año de tratamiento, indicaban una misma cosa: “¡Usted está completamente limpio!”.

¡Qué diferencia pueden marcar dos palabras! Para ese hombre, completamente limpio significaba que no quedaban rastros de la enfermedad que había puesto en peligro su vida, hacía sólo unos meses antes de que la borraran de su cuerpo. ¡Ambos se alegraron al entender que se había curado totalmente!

Después de su fracaso moral con Betsabé, el rey David anhelaba que ocurriera algo similar en su corazón. Con la esperanza de que las manchas del pecado fueran lavadas, exclamó: “Crea en mí, oh Dios, un corazón puro y renueva un espíritu firme dentro de mí” (Salmo 51:10).

La buena noticia para él y para nosotros, es que puede solucionarse el problema de nuestros pecados. Cuando necesitamos limpieza, las conocidas palabras de Juan brindan esperanza: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).

  1. Nosotros mismos no podemos limpiar nuestro corazón; sólo Dios puede hacerlo. ¡Si le confesamos nuestros pecados, Él promete volvernos completamente limpios!
  • ¿Qué esperas? Hoy también puedes recibir perdón, sin importar lo malo que hayas hecho.  Dios es poderoso para hacer de ti una nueva criatura y darte vida (2 Corintios 5:17).

HG/MD

“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17).