Lectura: Filipenses 1:27-2:4

Cuando nos unimos por una causa podemos soportar las más terribles embestidas de la adversidad, pero cuando nos aislamos o somos abandonados por aquellos que deberían acompañarnos, es más probable que caigamos ante los problemas de la vida.

Este principio también es ilustrado en la naturaleza, cuando una tormenta cae con toda su fuerza sobre un bosque, y los árboles que han crecido aislados de otros son presa fácil de los vientos y pronto son derribados; sin embargo, los árboles que crecen junto a otros, no son derribados tan fácilmente, aunque la tormenta que en otras condiciones seguramente los hubiera destruido, los ataque con toda su furia, ello gracias a esa unidad que funciona como un trabajo en equipo donde se sobrellevan las cargas unos a otros.

Como creyentes seguidores de Cristo, también nos necesitamos los unos a los otros. El apóstol Pablo les recuerda este principio a los creyentes de la ciudad de Filipos, “…de manera que, sea que yo vaya a verlos o que esté ausente, oiga acerca de ustedes que están firmes en un mismo espíritu, combatiendo juntos y unánimes por la fe del evangelio” (Filipenses 2:17; 2:3-4). Los creyentes debemos apoyarnos mutuamente cuando enfrentemos los problemas que nos presente la vida, ofreciendo nuestro aliento y ayuda a quienes lo necesiten.

  1. Muchas veces no sabemos cuando un amigo está siendo azotado por la adversidad, pero esa persona si sabrá que en ti puede encontrar aliento y ayuda oportuna, sabiendo que el Señor nos mantiene unidos aun en medio del dolor.
  2. Somos más fuertes cuando estamos juntos (Eclesiastés 4:11-12).

HG/MD

“Solamente procuren que su conducta como ciudadanos sea digna del evangelio de Cristo, de manera que, sea que yo vaya a verlos o que esté ausente, oiga acerca de ustedes que están firmes en un mismo espíritu, combatiendo juntos y unánimes por la fe del evangelio” (Filipenses 1:27).