Lectura: 1 Pedro 2:9-17

Para muchos la palabra santidad evoca imágenes de personas que pasan todo el día sin hacer nada, tan sólo pensando en las cosas del otro mundo.  Por el contrario, para otros se asocia con personas que se creen separados y mejores que los demás, superiores en cuanto al ámbito moral.

Y aunque muchos de nosotros anhelemos vivir en un mundo donde la verdad y la bondad sean las que predominen en la forma en la cual interactuamos, esa esperanza suele verse afectada cuando las personas se enfrentan a la realidad de algunos que dicen llamarse “creyentes”, pero que en realidad son personas llenas de acciones que muestran el horrible rostro del orgullo y el juicio. Acerca de este tipo de personas, la esposa de C.S.Lewis, Joy Davidman, dijo una vez: “Un hipócrita que muestra exagerados escrúpulos morales o religiosos produce 100 incrédulos”.

Por supuesto, sería ideal que el mundo diera el valor que merece lo verdadero, una vida tan encantadora e interesante que atraiga a otros a Jesús, tal como lo describe el apóstol Pedro en 1 Pedro 2:12.  El poder de una vida de santidad, realmente tiene un efecto inimaginable en el mundo que la rodea.

El asunto es que una vida de santidad es posible, y toda aventura inicia dando el primer paso, deja que el Espíritu Santo, tome control sobre tus acciones; a partir de ahí verás las cosas desde un punto de vista muy diferente (Juan 14:26; Romanos 8:13-17).

  1. Vive de tal manera que los demás quieran conocer a Jesús.
  2. Permite que el Espíritu Santo guíe tu vida más y más.

HG/MD

“Tengan una conducta ejemplar entre los gentiles, para que en lo que ellos los calumnian como a malhechores, al ver las buenas obras de ustedes, glorifiquen a Dios en el día de la visitación.” (1 Pedro 2:12).