Lectura: Juan 10:31-42

Daniel era una persona como cualquier otra en la iglesia; pero a él le gustaba mucho servir.  Ayudaba con el acomodo de las sillas antes de iniciar el servicio, barría las hojas que caían de los árboles y cortaba el césped en el verano.

Le gustaba apoyar en los diferentes ministerios y cuando llegaba el tiempo de la oración, no hablaba mucho de sí mismo, pero sí pedía oración por todas las personas conocidas que estaban pasando momentos complicados en su vida.

Leer el versículo 10:41 del evangelio de Juan, me hace pensar en Daniel. La gente decía de Juan el Bautista: “Juan, a la verdad, ninguna señal hizo; pero todo lo que Juan dijo de este (Jesús), era verdad” (v. 41).  Ciertamente, Juan nunca hizo milagros como Jesús ni habló de sí mismo, sino que vino para “dar testimonio de la luz para que todos creyeran por él” (1:7). Y dijo acerca del Señor: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (1:29). Daniel también dio testimonio de esa luz.

Nuestra meta como creyentes en Jesús es hacer lo mismo, dar “testimonio de la luz”. Simplemente somos personas como cualquier otra que, con nuestras acciones y palabras, servimos a Dios en nuestro pequeño rincón del mundo.

  1. No necesitamos ser una persona famosa o llena de talentos para mostrarle a otros el camino hacia la Luz Verdadera.
  2. Nuestro testimonio es una poderosa forma de mostrar lo que Dios puede hacer por medio de una vida entregada a Él.

HG/MD

“Y muchos creyeron en él y decían: Juan, a la verdad, ninguna señal hizo; pero todo lo que Juan dijo de este, era verdad” (Juan 10:41).