Lectura: Juan 13:1-17

Una vez asistí a un retiro en el que me regalaron como recordatorio una pequeña toalla que tenía bordada una escena de Jesús lavando los pies a los discípulos. Usé aquella toallita más que nada para decoración por algunos años hasta que una de mis hijas la usó accidentalmente para limpiar el auto. Por algún tiempo tratamos, de limpiar la toalla conmemorativa con productos para quitar las manchas y la sumergimos muchas veces en la lavadora, pero está marcada indeleblemente de grasa y tizne de smog.

Al principio me disgusté porque usaron mi recordatorio para lavar la carrocería y otras partes del auto. Pero luego comencé a ver la toalla como un retrato de mí mismo, lo que me llevó a hacerme algunas preguntas. Cuando de servir a otros se trata, ¿espero las ocasiones especiales, en lugar de hacerlo como un trabajo ordinario? Cuando Jesús lavó y secó los pies de sus discípulos, ¿no se ensució su toalla? ¿Para qué sirve una toalla, para decorar o para demostrar algo?

Jesús dijo: “Pues si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros” (Juan 13:14).

Mi toallita ahora me sirve para recordarme que la auto-preservación me conservará intocable, pero lamentablemente inútil en mi servicio a Cristo.

  1. Los verdaderos siervos se ensucian todos los días.
  2. Los adornos se conservan limpios, los discípulos se ensucian.

NPD/DCM