Lectura: Gálatas 2:11-20
Un creyente me contó una historia que sucedió cuando era joven y que lo hizo pensar sobre la identidad del cristiano. Un día luego de finalizar la jornada laboral; fue a buscar a un amigo suyo quien también era creyente y que trabajaba en un local de hamburguesas, para ir junto con otros a jugar futbol. Al llegar lo sorprendió mientras se reía de unos chistes vulgares con sus colegas del restaurante. Ya a solas con él, mientras ambos caminaban hacia el sitio de reunión, le dijo: “me sorprende que te rías de algo tan pecaminoso”. Al instante lo cubrió una ola de vergüenza y admitió su error.
Sin duda no es agradable ser reprendido, así como tampoco es sencillo reprender a otra persona; es por ello que es probable que a Pablo le resultara muy difícil tener que confrontar al mismísimo apóstol Pedro (Gálatas 2:11). Sin embargo, sabía que era su deber hacerlo, pues tenía que confrontar la conducta hipócrita de Pedro, que era dolorosa y confusa para los conversos gentiles de Antioquía, ya que Pedro había comido libremente con ellos, pero luego de la visita de unos líderes judíos provenientes de Jerusalén, los evitaba por vergüenza a la desaprobación de estos visitantes judíos.
Seguro que al igual que el creyente de la historia, Pedro se sintió muy avergonzado, aceptó la crítica y cambio su conducta. Él sabía que Pablo tenía razón y que se trataba de un compañero que lo amaba. Años más tarde Pedro se refirió a Pablo como: “…nuestro amado hermano Pablo…” (2 Pedro 3:15).
- Si algún día tienes que reprender a alguien, hazlo con amor y amabilidad. Si por otro lado eres reprendido, evita tener una respuesta llena de odio o enojo. En lugar de ello presta atención a quien te reprende y evalúate; puede ser que estés recibiendo la mejor lección de tu vida. Recuerda que tu identidad debe reflejar el carácter y las prioridades de Cristo.
- Entre otras cosas, un amigo es quien se atreve a decirte la verdad aunque te duela, presta mucha atención y sé agradecido.
HG/MD
“Fieles son las heridas que causa el que ama, pero engañosos son los besos del que aborrece” (Proverbios 27:6)