Lectura: Salmo 19:1-6

Es verdaderamente increíble mirar el cielo nocturno en una noche despejada; nos maravillamos de la obra asombrosa de Dios.

La inmensidad de las galaxias y la nebulosa de nuestra Vía Láctea, nos recuerdan la creación espectacular y la obra sustentadora de Jesús, quien mantiene todo en su lugar (Colosenses 1:16-17). Es como si tuviéramos un asiento en la primera fila del teatro El Poder Creador de Dios.

No obstante, este espectáculo nocturno no es nada comparado con la gloria que manifestó Dios cuando envió a su Hijo al mundo. Mientras los pastores vigilaban sus rebaños, repentinamente el cielo se llenó de mensajeros angelicales que alababan a Dios y exclamaban: “¡Gloria a Dios en las alturas…!” (Lucas 2:14). Incluso unos sabios que venían de tierras lejanas, fueron y adoraron al Rey cuando Dios puso la estrella más brillante en el Oriente, la cual los guio hasta Belén.

Si bien “los cielos cuentan la gloria de Dios” en las noches (Salmo 19:1), nunca antes ni después el escenario del universo se iluminó con su gloria como cuando se anunció que su Creador nos amaba tanto que venía a este planeta para salvarnos del pecado. ¡Tengamos esto en mente la próxima vez que maravillados contemplemos las estrellas!

  1. Te agradecemos Señor Dios por el Universo y por venir a habitar entre nosotros con el objetivo final de salvarnos.
  2. ¡Gloria a Dios en las alturas!, y nosotros que estamos en esta tierra compartamos con otros las buenas nuevas de salvación.

HG/MD

“Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Salmos 19:1).