Lectura: Mateo 21:1-11

Las personas por lo general tienen un concepto bastante despreciativo con respecto a los burros; quizás alguna vez hayas utilizado la frase: “Trabajé como un burro” o esta persona es: “Más terca que una mula” (es el resultado del cruce de un burro y una yegua).

Estos desafortunados dichos muestran la ignorancia que tenemos del aporte tan valioso de estos animales, ellos han contribuido a la humanidad durante miles de años soportando sobre sus lomos pesadas cargas, o sirviendo de montura para muchas personas que necesitaban trasladarse de un lugar a otro.

En tiempos bíblicos, los burros que nunca habían sido montados eran considerados especialmente adecuados para fines religiosos.  Es por ello que fue muy apropiado que nuestro Señor enviara a buscar a un pollino (borriquillo), un pequeño tipo de burro, muy común en esos tiempos como animal de silla y carga, y este en especial sirvió para una tarea real, lo llevaría a aquella amada Jerusalén, cumpliendo con esto la profecía realizada en Zacarías 9:9.

¡Que privilegio tuvo ese pollino de poder ser parte del plan de Dios!  Nosotros también debemos estar dispuestos a cumplir con la misión que Dios nos asigne, sin importar lo importante o pequeña que la consideremos.

Existió una misionera en China que se llamaba a sí misma: “la pollina del Señor”.  Era una creyente humilde que llevaba fielmente la Palabra de Dios de ciudad en ciudad y enseñaba a otros a hacer lo mismo.  Hoy día, el Señor también quiere muchos “pollinos” que anhelen hacer lo mismo que aquella mujer, gente humilde que lo lleve a diferentes pueblos para que otros también lo conozcan.

1. Así como aquel pequeño pollino necesitaba ser desatado para ser útil al servicio del Señor, también nosotros debemos liberarnos del pecado que no nos deja avanzar en nuestra misión; así lo indica Hebreos 12:1 “…despojémonos de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos enreda, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos delante de nosotros”.

2.    Aun el trabajo más humilde o pequeño, se vuelve trascendental y santo cuando se hace para Dios.

HG/MD

“Digan a la hija de Sion: “He aquí tu Rey viene a ti, manso y sentado sobre una asna y sobre un borriquillo, hijo de bestia de carga” (Mateo 21:5).

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