Lectura: Salmos 90:1-17

Algunas cifras de Arthur Reed son impresionantes, caminaba 8 kilómetros al día y montaba bicicleta rutinariamente, lo cual no sería nada sorprende si se tratara de una persona común, lo que llama la atención, es que seguía haciendo estas actividades con más de 100 años de edad; se dice que vivió 123 años (1860-1984).  Cuando le preguntaron el secreto de su larga vida, él con una sonrisa dijo: “Me hicieron de buen polvo”.  Haciendo referencia a Génesis 3:19: “…Porque polvo eres y al polvo volverás”.

El escritor del Salmo 90, indica que todo aquel que pase de los 80 años es una excepción a la regla (Salmos 90:10).  Así que, por más bueno que sea el “polvo” con el que nos hicieron, nuestros cuerpos a la larga seguirán el camino de todo ser vivo, así como las plantas que se marchitan, el rocío momentáneo de las mañanas, o las nubes que se disipan con el viento que sopla sobre ellas.

Hasta la persona con el récord de longevidad, una indígena con 129 años, será como el ayer que pasa rápidamente delante del Dios eterno (Salmos 90:4).  El salmista quería que entendiéramos lo corto que es nuestro tiempo en la tierra en comparación con la eternidad.

Este llamado a lo temporal de la vida, debería hacernos entender que el verdadero secreto de una vida verdaderamente larga, está en Jesús, quien nos promete vida eterna, “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito para que todo aquel que en él cree no se pierda más tenga vida eterna” (Juan 3:16).

  1. No te equivoques, por más que quieras alargar tu vida en esta tierra, finalmente morirás; no sigas esperando, acepta el regalo de vida eterna que te ofrece Jesús, hoy es el día de salvación (2 Corintios 6:2).
  2. Señor danos sabiduría para vivir de tal forma que lo hagamos según Tu voluntad.

HG/MD

“Enséñanos a contar nuestros días de tal manera que traigamos al corazón sabiduría” (Salmos 90:12).