Lectura: Santiago 3:1-12

Hace ya algunos años la casa editorial Merriam-Webster fue víctima de un ataque, la razón, había personas que protestaban y exigían la eliminación de una palabra específica por considerarla despectiva y ofensiva.  En ese momento su director John M Morse, indicó que los editores de diccionarios no inventan las palabras, ni determinan sus significados.  La labor de un diccionario es simplemente enumerar y definir las palabras de un idioma.  Las sociedades son quienes las inventan y reinventan. Morse concluyó sugiriendo que en lugar de protestar por una palabra, lo que debemos hacer como usuarios del idioma, es escoger nuestras palabras responsablemente y protestar por el uso que hagan de ellas quienes nos rodean, los medios de comunicación, la industria y todos los demás.  Este sin duda fue un buen consejo.

Las palabras son muy importantes para Dios.  Jesús hace una advertencia muy importante que todos deberían tomar muy en serio: “Pero yo les digo que en el día del juicio los hombres darán cuenta de toda palabra ociosa que hablen” (Mateo 12:36).  En el libro de Santiago, 15 de los 108 versos (14%) nos hablan del uso de la lengua y las palabras que usamos.

Vivimos en medio de una guerra de palabras, debemos estar preparados para presentar batalla contra  cualquier término u ofensa poco amable que exista en nuestro diccionario personal, no debemos ser cobardes, tenemos que entender que esas palabras incorrectas en lugar de hacernos más notorios o aceptados por la sociedad, nos degradan y no nos hacen ningún bien.

  1. Dios tiene en cuenta lo que sale de nuestras bocas, ello tan sólo muestra lo que verdaderamente dejamos vivir en nuestros corazones. “…Porque de la abundancia del corazón habla la boca” Lucas 6:45b.

 

  1. La escogencia de nuestras palabras dará diferente resultado: “La blanda respuesta quita la ira; más la palabra áspera hace subir el furor” Proverbios 15:1.

HG/MD

“La blanda respuesta quita la ira; más la palabra áspera hace subir el furor” Proverbios 15:1