Lectura: Deuteronomio 8:1-20

Un par de granjeros estaban conversando sobre su trabajo, de repente el más joven de ellos le preguntó al otro sobre el tamaño de su granja; el hombre contestó: “Mide aproximadamente 100 hectáreas”.

El más joven, sorprendido por la magnitud de la granja, decidió no quedarse atrás y le contó que su propiedad era tan grande, que podía subir a su camioneta especial en la mañana y empezar a recorrerla hasta la puesta del sol y no terminar el recorrido.

El hombre más viejo pensó por un momento, sonrió y le dijo al más joven: “Sabes, hace mucho tiempo yo también tenía una camioneta especial igual que la tuya”.

Todos en algún momento necesitamos ser humillados, el orgullo no sirve para nada, sólo nos aleja de Dios; esa actitud de autosuficiencia poco a poco roba nuestra fe en la Biblia, e impide que Dios tome el control sobre nuestra vida y nos lleve por mejores caminos.

Los israelitas aprendieron esa lección por las malas, durante 40 años Dios los había sostenido por medio de múltiples milagros como el maná, la nube y la columna de fuego; sin embargo, una nueva generación se había levantado luego de esa y no conocía nada más, lo sobrenatural se había convertido en natural y por eso Moisés les volvió a recordar que Dios había humillado a sus padres con hambre, y luego les suplió comida del cielo para que supieran que Dios era su proveedor.

  1. Vivimos en un mundo lleno de adelantos en muchos campos del saber y nuestras vidas han mejorado por ello.  Muchos nos enorgullecemos de nuestra capacidad de resolver por nosotros mismos nuestros problemas, pero luego el Señor nos recuerda: “…No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4).
  2. Recuerda, nuestra dependencia total de nuestro amado Señor Jesús es una realidad.

HG/MD

“Pero él respondió y dijo: Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4).