Lectura: Salmos 23:1-6

La muerte será siempre un visitante inesperado y no deseado, que trae consigo dolor, angustia y tristeza.  Nos arrebata de nuestro lado a las personas queridas y nos deja tras de sí luto, aflicción y en algunas ocasiones muchas preguntas.  En esos instantes se obstruye la luz que comúnmente entra con libertad a nuestra vida.

No importa cuál sea nuestra situación, sea que estemos frente a la muerte, o que estemos lidiando con la muerte de un ser querido, la cercanía de la muerte puede ser un momento devastador.  Puede quitarnos la alegría, cambiar nuestros planes, y hasta desafiar nuestras creencias con respecto a los propósitos de la vida.

Cuando caminamos por el valle profundo y sombrío de la muerte, hay un choque entre nuestros sentimientos y nuestra fe, por lo que en ocasiones habrá un temor natural sobre el futuro.

Es por eso que cuando estamos en ese valle, debemos decirle al Señor: “Aunque ande en valle de sombra de muerte no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo. Tu vara y tu cayado me infundirán aliento” (Salmos 23:4).  En sus brazos amorosos siempre podremos reposar, seguros que no nos dejará solos en esos momentos de oscuridad.

  1. La recuperación siempre será lenta, pero al lado de nuestro Señor será segura. Dios nos ofrece el consuelo necesario y la paz que necesita nuestra alma.
  2. La muerte nos separará un tiempo de nuestros seres queridos que han confiado en Cristo como su Señor y Salvador, pero Él se encargará de reunirnos en un día cercano.

HG/MD

“Aunque ande en valle de sombra de muerte no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo. Tu vara y tu cayado me infundirán aliento (Salmos 23:4).