Lectura: Juan 9:13-25

Un buen amigo me contó que en uno de sus viajes de largo trayecto que debía hacer debido a su trabajo, se tuvo que sentar al lado de una persona que se molestó porque sacó su Biblia para leerla por un rato mientras su vuelo llegaba a destino.  Esta persona expresaba abiertamente que estaba en contra de lo que decía “ese libro”, haciendo referencia a la Biblia.

Él reaccionó como mi amigo lo planeó. Al inicio, intercambiaron algunas frases fuertes para mostrar sus puntos de vista, esto con el fin de generar un punto de apoyo para las respectivas creencias.  No obstante, de forma gradual, mi amigo muy hábilmente fue incorporando historias de vida a la conversación.

Ese fue un punto para relajar la tensión, y terminaron haciéndose preguntas sobre su vida y familia en lugar de pelear, ya que mi amigo había hecho uso del valioso recurso del testimonio personal, lo cual derrumbó las paredes que se habían levantado entre ambos debido a los argumentos. 

La conversación pasó de discusión a un asunto de vidas y situaciones que los habían llevado hasta ese momento.  El viaje terminó muy diferente de como inició, de forma amigable y respetuosa, intercambiando direcciones electrónicas.

En Juan 9, sucedió algo similar a la experiencia que mi amigo vivió en aquel avión, Dios nos recuerda que la mejor historia es la que mejor conocemos, nuestro propio encuentro con Jesús.

  1. Intenta contarles la historia de tu fe a tus seres queridos y amigos, para que Dios pueda hablarles a otros por medio de tu vida.
  2. Recuerda, la próxima vez que tengas que defender tu fe, el mejor argumento no es contar lo que Dios puede hacer por la otra persona, sino lo que ya ha hecho por ti.

HG/MD

“Entonces él respondió: Si es pecador, no lo sé. Una cosa sé: que, habiendo sido ciego, ahora veo.” (Juan 9:25).