Lectura: Salmos 127:1-5
En medio de una tarde de café entre amigas, el tema de conversación se tornó un tanto personal cuando empezaron a comentar sobre el recuerdo favorito de sus mamas. Una de ellas dijo: “El recuerdo más apreciado de mi mamá fue el día que rompí su vaso de cristal favorito”. Por supuesto, el comentario captó la atención de las demás mujeres, así que prosiguió con el relato.
La mujer contó que su mamá iba a dar una fiesta y había preparado la colección de vasos de cristal que raramente sacaba, los lavó cuidadosamente y los dispuso sobre la mesa bellamente decorada. En medio de toda la agitación de la fiesta, la madre le dijo a su pequeña hija quien correteaba por toda la sala de la casa, golpeando ocasionalmente a los invitados: “Hija, ¿por qué no encuentras un lugar donde puedas sentarte un momento, gracias cariño?” La niña buscó el lugar menos congestionado de la fiesta, se ubicó debajo de la mesa, con tan mala suerte que golpeó una de las patas de la mesa con uno de sus zapatos, provocando que uno de los vasos más apreciados de su mamá cayera al suelo y se estrellara como una gota de agua sobre la roca.
Muy apenada y con las mejillas llenas de lágrimas por el arrepentimiento, la niña le dijo a su mamá: “lo siento mamá”. Su mamá la tomó entre sus brazos y le dijo con cariño: “Tu vales, mucho más para mí que cualquier cristal”.
- Los niños son un don del Señor. ¿Saben tus hijos cuanto los quieres y lo especiales que son para ti? ¿Por qué no se los dices hoy?
- Para Dios tú eres tan especial, que hasta fue capaz de entregar a su Hijo con tal de rescatarte.
HG/MD
“Entonces Jesús les dijo: Dejen a los niños y no les impidan venir a mí, porque de los tales es el reino de los cielos” (Mateo 19:14)