Lectura: Levítico 19:9-15

En algún momento de su infancia, la mayoría de los niños sueña con encontrar en su vecindad, un mapa con la marca de un tesoro perdido o algún objeto de considerable valor.

Un amigo me contó sobre un hombre quien ya tenía algunos años a cuestas, y que vivía en una vieja casa en un terreno de varias hectáreas. A menudo se le veía cortar leña con una enorme hacha, y llenaba su camioneta con madera que vendía en el pueblo.  Durante años, vieron a este misterioso personaje hacerse cargo de aquellas bastas tierras.  Después de vender las cargas de leña, regresaba a su ruinosa y despintada casa, nunca lo vieron comprar muchas cosas, ni hacer amistad con otros vecinos, siempre lo vieron con ropas viejas como su casa. Luego de su muerte, los familiares encontraron fajos de dinero guardados en su destartalada casa.

Tal como el “hachero” nunca utilizó para su completo bienestar la bastedad del tesoro que tenía, los creyentes a veces ignoramos partes de las Escrituras.  Olvidamos que debemos utilizarla en su totalidad, que cada pasaje está incluido en el canon por un motivo.

Por ejemplo, ¿quién diría que en el libro de Levítico existe enterrado un tesoro tan valioso? En siete maravillosos y eficaces versículos del capítulo 19, Dios nos enseña a proveer para los pobres y los desvalidos, sin quitarles la dignidad (vv. 9-10, 14); a manejar nuestros negocios con ética (vv. 11,13,15); y a respetar al Señor en nuestra vida cotidiana (v. 12).

  1. La Biblia contiene un tesoro muy grande: ¡La voluntad de Dios para los que hemos habitado en este mundo durante diferentes momentos, léela!
  2. Piensa por un momento en los tesoros ocultos que no has encontrado en todo el tiempo que has perdido por no leer diariamente la Palabra de Dios.

HG/MD

“Toda la Escritura es inspirada por Dios y es útil para la enseñanza, para la reprensión, para la corrección, para la instrucción en justicia” (2 Timoteo 3:16).