Lectura: 2 Crónicas 21:4-20
Era una de esas personas a quien todos querían por su sencillez, carisma y buena actitud ante las dificultades. Luego de una larga batalla contra el cáncer, finalmente murió acompañado de sus seres queridos.
Su muerte generó una abrumadora sensación de pérdida y eran tantas las personas que lo apreciaban, que la iglesia a la cual asistía no tuvo espacio suficiente para recibir a todos los asistentes al funeral, así que entonces fue oficiado en un edificio del ayuntamiento que era mucho más grande. ¡Los amigos y familiares llenaron el auditorio! Aquel hombre había tocado muchas vidas de manera singular. Muchos extrañarían su bondad, su sentido del humor y su entusiasmo por la vida.
Al pensar en este funeral y los sentimientos que provocó la partida de este hombre, no pude resistir compararlo con la vida del rey Joram. ¡Qué contraste! Su breve reinado estuvo matizado por el terror según el relato que se nos comparte en 2 Crónicas 21. Para consolidar su poder, mató a sus propios hermanos y a otros líderes (2 Crónicas 21:4). Después, guio a Judá hacia la idolatría. La Biblia señala que “reinó ocho años en Jerusalén; y se fue sin ser deseado” (2 Crónicas 21:20). Joram pensó que la fuerza bruta garantizaría su legado, y así fue. Se le recuerda como un hombre malvado y un líder egoísta.
Por otra parte, nuestro Señor Jesús también era el Rey de reyes, pero al contrario de otros llegó a la Tierra para servir. Mientras hacía el bien, soportó el odio de aquellos que anhelaban el poder, y este Siervo y Rey terminó entregando su vida por ti y por mí.
Por supuesto, a diferencia de Joram el legado de nuestro Señor Jesús vive eternamente. Este legado incluye a aquellos que entienden que la vida no gira alrededor de ellos. La vida le pertenece a Jesús, quien anhela envolver con sus brazos fuertes y misericordiosos a todo aquel que acude a Él.
- Vivimos para servir a Dios y a nuestro prójimo.
- ¿Cuál es el legado de tu vida?
HG/MD
“Porque el Hijo del Hombre tampoco vino para ser servido sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:45).
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