Lectura: Génesis 16:7-13
Muchos dispositivos localizadores que están hoy en el mercado prometen ayudarnos a seguir el rastro de padres ancianos, hijos, billeteras, mascotas, convictos en libertad condicional, e incluso víctimas potenciales de secuestro.
Con todo lo útiles que son estos aparatos, no le habrían servido de nada a Agar. A nadie parecía importarle Agar ni el hijo que llevaba en su vientre lo suficiente como para monitorear su bienestar en el desierto. A nadie, excepto a El Roi -el término hebreo para «Tu-eres-un-Dios-que-ve» (Gén. 16:13).
Agar servía a Sarai, la esposa de Abram. Sarai se sentía como un eslabón débil en la cadena de la promesa de Dios de bendecir a Abram con muchos descendientes. Ella era estéril, así que le dijo a Abram que se acostara con su sierva para formar una familia por medio de ella. Esta sugerencia desacertada -que nació en medio de las intensas presiones culturales para producir un heredero- no llevó a otra cosa sino a problemas. Cuando Agar quedó embarazada, despreció a Sarai por su incapacidad para tener hijos. Luego Sarai trató a Agar tan mal que ella huyó. Allí, en el desierto, al sentir la amargura de su pasado y la incertidumbre de su futuro, Agar se encontró con Dios, quien la vio y cuidó de ella.
El Roi ve tu amargura pasada, tu dolor presente y tu futuro incierto. Él está tan atento que sabe cuando perece el ave más pequeña (Mt. 10:29-31). Y Él es el Dios que ve y cuida de ti hoy.
- Sabes la frase Roi: “Tu-eres-un-Dios-que-ve”, no sólo aplica para cuido de los suyos, aplica también para que estes consciente de que Dios también te ve cuando cometes pecados de los que crees que otros no ven.
- ¿Confías en ese Dios que ve? ¿Qué esperas para dar un paso de fe?
NPD/MW