Lectura: Salmos 23:1-6

Algunos perros pueden alterarse mucho y hasta llegar al punto de tener una convulsión cuando se sobre estimulan al ver algo que quieren alcanzar; por ejemplo: una ardilla en el jardín, cuando están corriendo en exceso al aire libre con una persona, o simplemente divirtiéndose con su juguete favorito.

Con el fin de prevenir que eso suceda, los expertos aconsejan que se debe calmar al animal, acariciarlo, hablarle con voz suave y hacer que en la medida de lo posible se acueste y descanse; en ocasiones cuesta que hagan caso, pero si somos persistentes finalmente obedecerán.

Y es que, en muchísimas ocasiones nosotros también necesitamos un recordatorio de que debemos descansar. En el Salmo 23, aprendemos que nuestro Buen Pastor “en prados de tiernos pastos nos hace descansar” y que nos guía “a aguas tranquilas”. Sabe que nos hace falta esa tranquilidad y descanso, aun cuando nosotros no nos damos cuenta.

Nuestro cuerpo está diseñado para descansar con regularidad. Después de culminar su obra creadora Dios mismo reposó en el séptimo día como ejemplo para nosotros (Génesis 2:2-3; Éxodo 20:9-11). Jesús estaba consciente de que había un tiempo para servir a las multitudes y otro para descansar, e instruyó a sus discípulos diciéndoles: “Vengan ustedes aparte a un lugar desierto, y descansen un poco” (Marcos 6:31).

Cuando descansamos, nos renovamos y reenfocamos. Si llenamos todo el tiempo con actividades, incluso con muchas asociadas al servicio de Dios, Él suele captar nuestra atención haciéndonos acostar y “descansar”.

  1. El descanso es un regalo muy bueno de nuestro Creador quien sabe exactamente lo que necesitamos.
  2. Alabémoslo por hacernos descansar en delicados pastos.

HG/MD

“En prados de tiernos pastos me hace descansar. Junto a aguas tranquilas me conduce.” (Salmos 23:2).