Lectura: Mateo 8:1-4

Un personaje de la TV busca los empleos más sucios y mugrientos que pueda encontrar. Luego hace esos trabajos ante la cámara para que todos podamos asquearnos.

Lo sorprendente que por lo general sale de esta excursión a la mugre es que las personas que realizan estas tareas realmente repugnantes para ganarse la vida parecen felices de hacerlas.

Me pregunto si es así entre el pueblo de Dios. En la iglesia y en la comunidad del pueblo de Dios, definitivamente hay trabajos “sucios” que Dios nos ha llamado a hacer.

Por ejemplo, ¿dónde está lo glamoroso en trabajar en un refugio para los que no tienen hogar, ofreciendo la esperanza del evangelio y ayuda física a la gente de la calle? ¿Dónde está el gozo intrínseco al entrar en la habitación de un hospital para visitar a algún paciente a quien el doctor acaba de darle una horrible noticia? ¿Y cómo puede ser fácil sentarse en la sala de consejería frente a una esposa víctima de abuso y tratar de ayudarla a mantener su dignidad y volver a reconstruir su vida?

Imagina cómo a las multitudes daban un grito ahogado cuando Jesús tendía una mano y tocaba a los leprosos. Él no temía los trabajos “sucios.” Jesús vino a “a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10). Él “tuvo compasión” de los cojos, los enfermos, los oprimidos (Mt. 9:36). Sigamos Su guía y con amor lidiemos con las duras tareas a nuestro alrededor.

1. ¿Le temes a los trabajos sucios?  ¿A qué estarías dispuesto a renunciar por amor a Jesús?

2. ¿Cuándo lees la vida de hermanos que están siendo perseguidos alrededor del mundo?  ¿Debes preguntarte si estuvieras en sus zapatos, qué harías?

NPD/DB