Lectura: Juan 14:15-18

Cuando salieron aquella soleada mañana en su bote, nunca imaginaron lo que les esperaba; su barco de vela se vio envuelto en una repentina tormenta, las olas lo golpeaban y los vientos lo azotaban con toda su furia. Pidieron auxilio; no obstante, 5 minutos después, lo peor que pudo haber pasado sucedió, una ola gigante terminó volteando el bote, creyeron que era su final cuando vino otra ola y los volvió a girar nuevamente.

Un guardacostas oyó el llamado desperado del capitán y fue al rescate, pero cuando llegó era tan violenta la fuerza de las olas que consideraron que era muy peligroso rescatar a los náufragos, así que el capitán del guardacostas optó por acercarse lo más que pudo al otro bote, para evitar que siguiera siendo golpeado, y de esta forma soportar ellos todo el embate de las olas. Finalmente, la tormenta se disipó y remolcaron al pequeño velero nuevamente hacia la seguridad del puerto.

La acción del guardacostas ilustra muy bien el trabajo del Espíritu Santo; nuestro Señor les indicó a sus discípulos lo siguiente: “Y yo rogaré al Padre y les dará otro Consolador para que esté con ustedes para siempre” (Juan 14:16).  La palabra Consolador puede traducirse también como “consejero” o como “uno que viene a nuestro lado a ayudar”.  La labor del Espíritu Santo es guiarnos y protegernos de las tormentas de la vida, tal como aquel guardacostas acompañó al velero.

Literalmente, el Espíritu Santo recibe el impacto de las tormentas de la vida junto a nosotros para protegernos, alentarnos y aconsejarnos; nos guiará hasta que lleguemos a nuestro hogar celestial.

  1. El Espíritu Santo vive dentro de nosotros los creyentes y también camina a nuestro lado.
  2. Si quieres que el Espíritu Santo camine a tu lado, lo que necesitas es reconocer que en verdad no puedes enfrentar sólo las tormentas de la vida, y que necesitas que Jesús te rescate; de ahí en adelante el Espíritu Santo estará siempre a tu lado.

HG/MD

“Y yo rogaré al Padre y les dará otro Consolador para que esté con ustedes para siempre” (Juan 14:16).